Tememos mirar nuestra oscuridad
porque tememos que, en el caso de hacerlo terminaríamos destrozados, pero
sucede exactamente lo contrario, cuando vemos nuestra oscuridad rompemos
nuestra identificación con ella y esto nos transforma en seres humanos más auténticos
y completos. Todo viaje de integración hacia nosotros mismos pasa
inexorablemente por descender y viajar a través de nuestra propia oscuridad.
Nuestra sombra psicológica personal contiene todos los recuerdos y sentimientos
que, durante nuestra infancia, resultaban imposibles de sentir, demasiado
amenzadores para recordar conscientemente o que desbordaban sencillamente la
capacidad de digestión propia de ese nivel de desarrollo psíquico. Y que
afloran de cuando en vez a través de sueños o experiencias lucidas y claras en
nuestra adultez. Al igual que coexiste sombras universales y colectivas como
los prejuicios, la vejez, la enfermedad y la muerte. Por ello es la luz que
construimos cada día la que nos brinda la valentía y capacidad de amigarnos con
nuestra sombra, pues la luz es mas curativa cuando más dispuestos estemos en
reconocer, aceptar y responsabilizarnos amorosamente de nuestra oscuridad.
Todos debemos aprender, independientemente quienes seamos a trabajar con
nuestra sombra, pues cuanto mayor sea nuestra posición de autoridad y poder,
más profundo será el impacto de nuestra sombra en nuestro entorno inmediato y
global.
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